Por Gabriela Jiménez Ramírez
(Caracas, 25 de noviembre de 2025).– Una de las preguntas que más intriga a los científicos es cuándo apareció en la evolución humana el altruismo verdadero: el acto de ayudar a otros sin esperar ninguna recompensa a cambio. Si bien la ayuda entre iguales es común en el mundo animal, el cuidado desinteresado hacia quienes no pueden devolver el favor se consideraba un sello distintivo de nuestra especie. Pero un descubrimiento en un yacimiento de Valencia podría retrasar el reloj de esta noble cualidad, situándola en una especie hermana: los neandertales.
La teoría de Darwin y el salto evolutivo
El naturalista Charles Darwin observó en los animales un «espíritu de simpatía», una ayuda recíproca que aumentaba las probabilidades de supervivencia. Sin embargo, el verdadero altruismo, en su opinión, surgió cuando esos cuidados se extendieron a individuos vulnerables que no podían devolver el favor. El gran enigma para la antropología ha sido siempre identificar el momento y la especie en que se cruzó ese umbral.
Las pistas en los fósiles: ¿compasión o interés?
El registro fósil ha proporcionado varios ejemplos de humanos arcaicos que sobrevivieron a enfermedades graves gracias a los cuidados del grupo. El caso de «Elvis», un individuo de hace 430.000 años de la Sima de los Huesos (Atapuerca), es uno de los más conocidos. Sufría una dolorosa patología en la columna que limitaba su movilidad, por lo que su grupo probablemente le esperaba o le transportaba.
No obstante, al tratarse de un adulto, los científicos no pueden descartar que se tratara de un intercambio: quizás Elvis era un miembro valioso por su experiencia o había ayudado a otros en el pasado. Lo mismo ocurría con otros neandertales adultos discapacitados. La prueba definitiva del altruismo necesitaba una víctima más clara: un niño.
«Tina», la niña neandertal que lo cambió todo
La clave llegó con el estudio de un pequeño hueso craneal de una niña neandertal, apodada «Tina», encontrada en el yacimiento de Cova Negra (Valencia). El análisis de su oído interno reveló que padecía un conjunto de patologías extremadamente raras, asociadas al síndrome de Down. Esta condición le habría causado sordera severa, problemas de equilibrio, vértigos y dificultades para caminar y tragar.
Supervivir con estas discapacidades en el duro entorno de los cazadores-recolectores hace más de 146.000 años era casi un milagro. Tina necesitaba una atención y cuidados constantes que, con toda seguridad, excedían la capacidad de una sola persona, como su madre. El grupo tuvo que colaborar en su manutención y protección durante, al menos, seis años.
Y aquí reside la evidencia crucial: un niño con tal grado de dependencia no tenía capacidad alguna para devolver esos favores. No era un futuro cazador ni podía contribuir a las tareas del grupo. Su supervivencia solo se explica por un acto de genuina compasión.
Un legado de bondad más antiguo de lo que creíamos
El caso de «Tina» se erige como la primera evidencia sólida de un comportamiento altruista en una especie humana distinta a la nuestra. Este hallazgo no solo redefine nuestra comprensión sobre los neandertales, mostrándonos como seres capaces de integrar la diversidad y cuidar de los más débiles por pura empatía, sino que también nos recuerda que la compasión es un legado profundamente arraigado en nuestro linaje.
Fuente: Conde-Valverde, M. (2024, 4 de noviembre).
