Por: Gabriela Jiménez Ramírez
(Caracas, 07 de julio de 2025).- Un equipo del Instituto de Neurociencias (IN) de Alicante, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), ha identificado un grupo específico de neuronas en la amígdala, una región del cerebro que regula las emociones, desempeña un papel crucial en los niveles de ansiedad, depresión y cambios en la conducta social. Este hallazgo, publicado en iScience, abre vías para abordar afecciones como la depresión, el autismo y la esquizofrenia desde una perspectiva neurobiológica.
Este trabajo ha mostrado que «restablecer el equilibrio de excitabilidad neuronal en una zona concreta de la amígdala basta para revertir estos comportamientos en ratones», según informaron en un comunicado.
El investigador del CSIC que lidera el laboratorio Fisiología Sináptica en el IN, Juan Lerma, dijo que ya era conocido que la amígdala participa en la ansiedad y el miedo, pero «se ha identificado un grupo concreto de neuronas cuya actividad descompensada es suficiente para generar comportamientos patológicos».
¿Qué encontraron los investigadores?
En este estudio, los investigadores han trabajado con ratones modificados genéticamente para que expresaran «en exceso» un receptor cerebral llamado GluK4, que se activa con el glutamato, un mensajero químico que es clave en el cerebro. Esta modificación «provoca que aumente la fuerza con la que las neuronas se comunican y reproduce la duplicación génica observada en casos de autismo».
En modelos de ratones, modificados genéticamente por el mismo laboratorio en el 2015 para sobreexpresar el receptor Gluk4, presentaban comportamientos de ansiedad y aislamiento social «muy similares» a los observados en personas que sufren trastornos como el autismo o la esquizofrenia.
Al restaurar el equilibrio entre estas regiones, a través de técnicas de ingeniería genética y el uso de virus modificado, se «restauró la comunicación con otro grupo de neuronas inhibidoras en otra zona de la amígdala», que actúan como «frenos que ayudan a controlar la ansiedad».
De esta manera, comenta el primer autor del estudio, Álvaro García, que «ese simple ajuste ha sido suficiente para revertir comportamientos relacionados con la ansiedad y los déficits sociales».
La prueba se hizo también en ratones no modificados, los investigadores aplicaron el mismo procedimiento en roedores que presentaban un estado de ansiedad intrínseca, en los que «también fue efectivo».
«Esto revalida los resultados y aporta la confianza de que el mecanismo identificado no es exclusivo de un modelo genético concreto, sino que puede representar un principio general sobre cómo se regulan estas emociones en el cerebro», agregó Lerma.
El CSIC aclaró que luego de los experimentos algunos déficits conductuales no se resolvieron, es decir, existen otras áreas del cerebro que no se corrigieron, como el hipocampo, involucradas en este tipo de trastornos.
El estudio demuestra que intervenir en circuitos neuronales específicos podría revertir síntomas emocionales y sociales, lo que representa una esperanza para el desarrollo de terapias más precisas y efectivas.