Por: Gabriela Jiménez Ramírez
(Caracas, 22 de julio de 2025).- Recientemente, el neurocientífico Jonathan Benito lanzó una frase que quizá sea una provocación en el ámbito científico: «El mayor descubrimiento de la neurociencia es lo poco que sabemos sobre el cerebro».
La afirmación la hizo durante el espacio La Fórmula Podcast, donde analizó cómo se forman los hábitos, el papel del efecto placebo y la conexión entre mente e intestino.
También conversó sobre los límites de la ciencia, en este caso dejó claro que a pesar del avance científico, aún quedan preguntas sin responder, especialmente frente al órgano más complejo del cuerpo humano.
Benito explicó que los hábitos son procesos ligados a la repetición. «Es una conducta que repetimos muchas veces y llega un punto en el que ya empieza a trabajar de forma semiautomática», indicó.
En un primer momento, la acción es gobernada por el lóbulo prefrontal, que representa la toma de decisiones consciente. Después de interiorizarse llega a regiones más profundas como los ganglios basales, que automatizan la conducta.
Comentó que los hábitos no se consolidan en los conocidos 21 días, sino que pueden requerir desde semanas hasta un año, dependiendo de la motivación y la complejidad del comportamiento.
Descubrimientos de la neurociencia
El investigador Jonathan Benito hizo una cronología sobre los avances y descubrimientos de la neurociencia y recordó que empezando el siglo XXI la comunidad científica estaba segura que próximamente se sabría todo sobre el cerebro. Sin embargo, la experiencia y el avance de la investigación le demostraron lo contrario: El mayor descubrimiento es lo que ignoramos, es que no tenemos ni la menor idea.
Pese a los avances en la comprensión de las neuronas individuales y sus conexiones, el cerebro como red de 86 mil millones de neuronas sigue siendo un enigma. Fenómenos como la sincronización de ondas cerebrales entre madre e hijo durante la lactancia o la capacidad del cerebro para percibir el campo magnético terrestre, desafían los modelos actuales.
«El desafío es entender un poquito cómo funciona el cerebro y la gran impotencia de no comprenderlo», dijo.
Por otra parte, el especialista destacó la relevancia de las investigaciones actuales sobre la conexión entre intestino y cerebro y el bienestar emocional, señalando que los microorganismos pueden influir en la microarquitectura cerebral a través del nervio vago.
Esta conexión mente-intestino abre nuevas rutas para entender la salud mental desde una perspectiva integradora.
«Dentro de 15 o 20 años nos llevarán a un mundo completamente diferente», opinó.
Jonathan también se refirió al efecto placebo y las sustancias que genera el cerebro. «Por mucho que lo hayas interiorizado, cada vez que me cuentan un nuevo ejemplo de efecto placebo me alucina», confesó sobre lo sorprendente del caso.
Explicó que el organismo es capaz de generar sustancias como opioides endógenos y endocannabinoides, responsables de modificar la percepción del dolor, la alegría y el bienestar.
Destacó el caso de la anandamida, una molécula cuyo nombre proviene del sánscrito y significa «felicidad». «Hay gente que tiene mutaciones en un gen que produce más anandamida y son personas notablemente más felices, que no se estresan y sienten menos dolor», afirmó Benito.
La actitud ante la vida y la convicción personal, explicó, influyen en la liberación de estas sustancias relacionadas con el placer y la resiliencia emocional. «Cada vez que tú crees que algo te va a beneficiar, se genera de forma natural anandamida», aseguró.
Frente a las reflexiones, Jonathan Benito dejó claro que la revolución no está en lo que sabemos, sino en lo que aún ignoramos. En este sentido, planteó la necesidad de una mayor humildad científica.