Un artículo publicado por el medio de comunicación Ethic, explica los beneficios del uso del biocombustible para una transición energética.
El análisis detalla que la RAE define biocombustible como el «combustible obtenido mediante el tratamiento físico o químico de materia vegetal o de residuos orgánicos».
Menciona que habitualmente se clasifica en dos líneas: biocombustibles de primera (1G) o segunda generación (2G).
Los biocombustibles de primera generación se producen a partir de cultivos agrícolas de uso alimentario, como remolacha, caña de azúcar, melaza, aceites como colza o soja, o cereales (cebada, trigo o maíz).
Mientras que los de segunda generación están fabricados a partir de residuos orgánicos que no compiten con la alimentación, como los aceites usados de cocina o los desechos agrícolas o ganaderos, entre otros.
Asimismo, la investigación apunta que, actualmente, existen distintos tipos de biocombustibles que se emplean para generar energía renovable, por ejemplo: el diésel renovable o HVO, que se obtiene a partir del hidrotratamiento de aceites o grasas y puede sustituir hasta el 100 por ciento del diésel convencional; El SAF (combustible sostenible de aviación, por sus siglas en inglés), un sustituto del queroseno, además del combustible tradicional en el sector de la aviación; el biometano, que se obtiene a partir de la gasificación de residuos sólidos biodegradables y es el sustituto sostenible del gas natural, entre otros.
Los expertos indican que a través de la utilización de biocombustibles, es posible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ayudando de esta forma a mejorar la crisis climática por la que a traviesa el mundo en la actualidad.
Oficina de Gestión Comunicacional del Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología / Periodista: Sheila Bravo.
