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En Falcón, las mujeres cultivan ciencia para la resistencia

Un sol amarillito y una brisa de las que despeinan nos esperaban en el urbanismo Libertadores de América. En esta comunidad ubicada en Coro, estado Falcón, un grupo de familias enfrentan los efectos del bloqueo a través de la producción de alimentos sanos, sabrosos y soberanos. Lo lideran mujeres, que aplicando la ciencia, crean “milagros”, en aparentes suelos muertos.

Yennerid Medina, es una morena risueña, pelo rizo, que acompaña la experiencia apoyando desde sus conocimientos como ingeniera agrónoma y como analista de proyectos de la Fundación para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (Fundacite) de Falcón. Comenta emocionada que la comunidad le ha abierto las puertas como una vecina más.

La tarea que emprenden en el territorio busca abastecer a las familias con alimentos salidos de los konukos, producidos con prácticas agroecológicas y a los que, más que el alimento de la tierra, los nutre el sudor y el trabajo de las manos de las y los agrourbanos.

¿De qué va el proyecto?

Las productoras agrourbanas tienen aproximadamente ocho años establecidas con sus parcelas y presentaron la inquietud de querer expandir su producción de alimentos para abastecer a las familias de la comunidad a través del Clap (Comités locales de abastecimiento y producción). Se realizó una mesa técnica en la que participaron varias instituciones para que ellas (las agrourbanas) tuvieran ese acompañamiento técnico y para que luego dispusieran sus cosechas para el consumo de las familias del urbanismo.

¿Qué producen?

Se está produciendo la variedad en musáceas, (cambur y plátano), también hay parcelas con frutales como lechosa, guanábana y guayaba, están produciendo ají, berenjena, pimentón cilantro, cebollín y pepino.

¿Cómo ha sido el acompañamiento técnico?

Se imparten formaciones en cuanto a semillas, eso implica la selección del fruto para la elección de la mejor semilla, recolección, secado, almacenamiento, etiquetado y su posterior siembra. Una vez inician este proceso tienen visitas permanentes del analista de proyecto, quien tiene la tarea de apoyarles en la sistematización de los procesos.

Ya con el contexto del proyecto, nos vamos a conversar con las productoras, dos mujeres que nos muestran con orgullo lo que han logrado levantar a punta de constancia y confianza. Nos sentamos bajo unas frondosas matas de mango escuchando la brisa que se cuela entre las hojas del cambural.

Yohana Chirino es una de esas atrevidas que un buen día decidió agarrar el pico y el rastrillo para iniciar lo que hoy es un patio de árboles frutales.

“A mi desde muy pequeña me gustaba la siembra, yo viajaba a la sierra falconiana y veía como sembraban el cacao, el café, el maíz. Cuando llegué aquí esto era un terreno baldío y cuando escuché al presidente Chávez decir que donde hubiera así fuese un terrenito pequeño comenzaran a sembrar, ahí fue que yo dije ¡Voy a sembrar!”, expresa.

Yohana dice que la clave para la siembra es la paciencia, el amor y la dedicación “cuando empecé mis vecinos me decían ¡pero tu estás loca!, ahí no se te va a dar nada, luego, hasta ellos comieron auyama, yuca, frutas, todas producidas en este patio”.

A la conversa se une Yessica Fernández, docente y madre, que ante la pregunta ¿aquí están haciendo ciencia?, contesta con absoluto convencimiento: “nosotras estamos haciendo ciencia y la aplicamos en todo momento. Cuando vamos a sembrar evaluamos cómo está ese metro cuadrado, vemos cómo están las características del suelo, qué vamos a sembrar. Estamos haciendo ciencia desde el hacer y estamos demostrando que sí se puede aplicar la ciencia más allá de un laboratorio”.

Ese aplicar la ciencia desde el hacer se palpa en la preparación del suelo que antes era “caliche”, (compactado, sin alimento, tierra sin vida) y convertirlo en canteros que tienen la capacidad de producir más de 20 kilos de pepino en una cosecha. Al fabricar el compost lo hacen con proporciones idóneas de materia orgánica que permitan recuperar la inmensa comunidad de organismos vivos que se encargan de alimentar la tierra y crear alimento.

Yessica no pierde la oportunidad para elogiar su patio, herramienta fundamental para resistir los embates de la crisis inducida, “durante los años más duros aquí resistimos gracias a que teníamos quinchoncho, yuca, auyama, plátano, cambur, lechosa y en este momento, para nosotras en una satisfacción enseñarle a los niños que los alimentos no vienen de un supermercado, vienen del sudor, del trabajo, del esfuerzo de las y los campesinos y agrourbanos”.

Esta experiencia no es única, no es aislada, responde a una política nacional que busca reconectarnos con la cultura del producir lo que comemos, de alimentarnos con conciencia, de sabernos uno con la tierra que produce y de encontrar la ciencia en el hacer cotidiano. ¡Ciencia para la producción, ciencia para la vida!

Texto: Candi Moncada

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