Los microplásticos son pequeñas partículas de plástico que se encuentran en el ambiente, desde el océano hasta el suelo. Su tamaño varía entre un nanómetro y cinco milímetros, lo que dificulta su detección y eliminación.
Según su origen, se clasifican en primarios, que se fabrican ya como microplásticos; y secundarios que se forman por la degradación de objetos de plástico más grandes como envases, bolsas, botellas, entre otros.
Estas partículas pueden tener diferentes formas, colores y composiciones, dependiendo del tipo de plástico y los aditivos que se le hayan añadido. Estos aditivos son los que pueden causar toxicidad en el medio ambiente, al transferirse al sistema cuando el plástico entra en contacto con el agua, el aire o los organismos vivos.
Un artículo publicado en el portal Actualidad de Guatemala, explica que otra clasificación de los microplásticos son por el tipo de polímero con el que están fabricados y los aditivos que se le han añadido para que el plástico tenga unas propiedades determinadas, mayor flexibilidad, mayor resistencia, más aguante a la temperatura, entre otros.
En el texto, Isabel Jalón, investigadora en el centro EPOC (Environnements et Paléoenvironnements Océaniques et Continentaux) de la Universidad de Burdeos en Francia, señala que los microplásticos son un problema ambiental emergente, que se detectó por primera vez en 2004.
“La llamada de alerta sobre los microplásticos surgió de investigaciones sobre la contaminación ambiental. Investigadoras e investigadores observaron que cuando recogían muestras encontraban muchas partículas de plásticos, en una cantidad enorme y que además se trataba de partículas muy resistentes que se iban acumulando. El término es muy reciente y procede de un artículo del investigador británico Richard Thompson publicado en 2004 en la revista Science”, apunta.
Desde entonces, se han realizado numerosos estudios sobre su presencia, distribución y efectos en los ecosistemas. Los microplásticos pueden afectar a la salud y el comportamiento de los organismos marinos, así como a la calidad del agua y del suelo.
Además, pueden tener impactos socioeconómicos negativos, como la pérdida de valor turístico de las playas o la contaminación de los alimentos.
Agencias Internacionales.