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Cantalicia Torres: una historia al servicio del tejido de lana andino

Las manos son esenciales para la ejecución de los procesos creativos desarrollados por la humanidad. Cantalicia Torres, una mujer del páramo de Gavidia, conoce muy de cerca lo que sus manos pueden hacer por ella y por la comunidad.

Torres, proviene de una familia dedicada al pastoreo de ovejas. A sus 59 años, es considerada una de las maestras artesanas más importantes de la región andina.

Sus manos están destinadas a la transformación del pelo de la oveja, como fibra natural, en atuendos que son necesarios para subsistir el inclemente clima de esta región montañosa.

Cuenta que sus vínculos con el tejido andino son una herencia familiar. “Viene desde mi mamá, desde mis padres, nosotros éramos pastores de ovejas, ellos criaban ovejas y nosotros las pastoreábamos”.

Cantalicia, madre de dos varones y esposa del maestro semillerista Bernabé Torres, recuerda que desde muy niña se dedicó al proceso de armar pelotas de lanas con sus manos, luego de la esquila de las ovejas.

“Hacíamos todo el proceso de la lana. Cuando nos formamos empezamos a buscar la manera de cómo tejerla en telares, porque eso sí no lo había acá; ellos (sus padres) mandaban a hacer las cobijas en Mocao”, una localidad ubicada a 61 kilómetros, por carretera, de Gavidia.

“Me siento muy feliz, ser parte de esta comunidad, porque aquí se vive feliz”, relata Torres.

Precisa que, para ella, tejer es un acto de conexión personal, que le ha permitido potenciar sus conocimientos para compartirlos con las nuevas generaciones.

“He aprendido a tejer, aprendí a hilar, lo sabía desde niña, pero lo habíamos dejado un tiempo; y después cuando nos formamos comenzamos a hilar la lana y eso es un proceso muy lindo; yo cuando estoy muy estresada me pongo a trabajar con la lana y el estrés se me va” afirma.

Ciencia y Tejido

La lana tiene cualidades físicas y químicas que facilitan su manejo. Vista desde un microscopio, la fibra cuenta con una serie de escamas en la cutícula cuya estructura y dureza la protegen de cualquier daño. Puede absorber hasta un 30% del vapor de agua y al mismo tiempo impedir que los líquidos penetren el cuerpo. Son empleadas tanto en climas cálidos, como en los más fríos.

La investigadora mexicana, Mónica Serrano, que cuenta con una maestría en Biotecnología, narra en el libro “El mensaje está en el tejido”, de Annuska Angulo y Miriam Mabel Martínez, que: “La lana sigue actuando. Ya tejida empieza a interactuar con la temperatura ambiente, con la humedad, si está doblada, guardada o puesta, la lana sigue creando enlaces internos infinitamente. Se va amoldando a ti, se ajusta a tu cuerpo porque se están haciendo continuamente puentes de hidrógeno, nitrógeno y sulfuro entre ellos. ¡Es un fenómeno maravilloso!”.

Estos conocimientos los forjó, de manera autodidacta, Cantalicia Torres, quien es capaz de moldear a su antojo las fibras de lana porque conoce exactamente los métodos antiguos y los más avanzados vinculados al telar.

“Con la lana hago bufanda, hago medias, hago guantes, gorros, tapetes, cobijas, cobijas cameras, ruanas, también se hacen las medias para los niños, para los adultos, los bolsos…muchas cositas, hasta cositas pequeñitas de artesanía”, dice Cantalicia.

Asimismo, para hacer más llamativas sus creaciones, aprendió a tinturar la lana blanca, otro proceso asociado a la química.

“La lana después de que se escarmena, se hila y si uno la quiere pintar la lana blanca la pinta con wiki wiki y también se pinta con plantas de acá de la zona que es la barba de piedra, la uña de gato, la raicita, que ellos dan colores muy vivos, colores muy bonitos, que es más natural. El trabajo natural me gusta más, lo que es la lana negra y la lana blanca de la oveja”, sentencia.

Mujeres Tejedoras

En 2006, con apoyo del Gobierno Nacional, nace la cooperativa Mujeres Tejedoras, de las cuales Torres es parte importante. El proceso de constitución fue emblemático pues las mujeres comenzaron a capacitarse en una comunidad de aprendizaje y del saber, para hacer del tejido de lana andino una forma de vida y un proceso productivo.

“Después, cuando nos formamos Mujeres Tejedoras, creamos los telares y nos formamos como artesanas en telar. Nos reunimos como organización de mujeres y creamos lo del tejido, en ese tiempo había 20 mujeres que nos formamos, hicimos reuniones. Unas escarmenaban la lana, otras hilaban, otras tejían y así hicimos el proceso hasta que se formó hacer la Casa Artesanal de las Mujeres Tejedoras”, explica la maestra artesana.

Precisa que, durante algún tiempo, no contaron con espacios para montar el telar. “No teníamos casa artesanal, trabajábamos en la casa comunal prestada”, pero como los telares eran muy grandes tuvieron que desocupar el espacio.

“Yo fui una de las que le di apoyo a las otras mujeres para que ellas no se desanimaran y me traje la artesanía para mi casa; yo tengo un localcito ahí y ahí colocamos la artesanía, la tuvimos mucho tiempo hasta que se hizo la Casa Artesanal”, expone.

La Casa Artesanal de las Mujeres Tejedoras está ubicada al frente del ambulatorio de la comunidad de Gavidia; en ella se reúnen, mensualmente, las mujeres interesadas en aprender las técnicas del tejido de lana andino.

Tejer como valor comunitario

Cantalicia Torres, desea que el arte del tejido de lana andino se multiplique entre los habitantes de Gavidia.

Para ella, ser maestra artesana tiene un valor que trasciende lo económico, se trata de generar conciencia sobre los recursos que la naturaleza ofrece, trabajarlos y potenciar la economía local, fortaleciendo las tradiciones.

Lo que yo quiero dejarle a la comunidad de Gavidia es la enseñanza de nosotras, como Mujeres Tejedoras; que los niños y niñas aprendan a llevar este proceso también (…) porque es muy bonito aprender a tejer, a conocer la oveja, a conocer cómo es el proceso de la lana; y a mí me gusta enseñar a los niños también”, señala.

Todas estas raíces culturales van de la mano de otras áreas productivas locales. Cantalicia, además de manejar la fibra de las ovejas tiene la capacidad de reconocer los diversos tipos de papas nativas que se encuentran en la montaña.

“La papa nativa también es como el proceso que nosotros rescatamos y ese proceso ha sido muy bonito para nosotros, porque ahí también han aprendido los niños, los jóvenes, las familias. Es muy bueno llevarla para que la gente conozca que todavía existen papas de las de antes, de lo que los indios sembraban aquí en esta zona”, expresa.

Además, celebra la presencia y esencia de la mujer tejedora; las anima a seguir cosechando desde la creatividad y la propuesta colectiva el arte del tejido andino. “Sigamos, porque es muy bueno para la enseñanza de la comunidad y de todo el pueblo. No dejemos de tejer”.

Oficina de Gestión Comunicacional del Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología / Periodista: Vanessa Gutiérrez.

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